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La toxina botulínica, popularmente conocida como bótox, es el tratamiento de rejuvenecimiento facial más pedido, seguro y menos invasivo a la hora de eliminar las arrugas de las patas de gallo, la frente, la cola de la ceja y el entrecejo. Pero al mismo tiempo, es un gran desconocido y en torno a él rondan falsos mitos. La Dra. Purificación Espallargas te cuenta toda la verdad sobre el bótox. También puedes informarte de otros tratamientos faciales.
La toxina botulínica o bótox es una proteína purificada (así que no es tóxica, como mucha gente piensa debido a su nombre), y además es biológica. Se utiliza por un lado con fines médicos, para tratar enfermedades neurológicas, y en el campo de la medicina estética, para tratar las arrugas de expresión. El bótox empezó a utilizarse como medicamento en 1980 para corregir las contracciones musculares de la cara, espasmos de los párpados y otros trastornos neurológicos, y se descubrió su utilidad como tratamiento antiarrugas por casualidad. Hoy en día es uno de los tratamientos más seguros del mercado, con menos efectos adversos y mínimamente invasivo.
La toxina botulínica se puede aplicar en el tercio superior de la cara, es decir en la frente, el entrecejo, la cola de la ceja y las patas de gallo o arrugas alrededor de los ojos, para tratar las líneas de expresión que envejecen y nos hacen parecer preocupados o enfadados, y para levantar la mirada en el caso de la cola de la ceja, dándole más apertura y un aspecto descansado. También puede aplicarse el bótox para eliminar el sudor excesivo en las axilas, manos, pies y cuero cabelludo, con el fin de frenar la estimulación de las glándulas sudoríparas.
El bótox se aplica con una fina aguja, es decir, una infiltración de una mínima cantidad de producto, y se hace en el músculo del área que se pretende tratar. Lo que hace el bótox es inhibir el movimiento muscular, de manera que lo relaja, sin que haya peligro de lesiones en las terminaciones nerviosas.
El bótox está bien aplicado solo si lo hace un buen profesional y utiliza una buena técnica. En ese caso disimula las arrugas, pero no las paraliza. La expresión queda rejuvenecida y por supuesto, se puede gesticular. La toxina botulínica jamás debe permitir que se deje de hacerlo, ni dejar “cara de sorpresa”, o una ceja más alta que otra, o un ojo más abierto que otro. Al contrario, tiene que lograr naturalidad, frescura y un rejuvenecimiento sin estridencias. Que cuando nos vean nos digan que estamos más guapos, no qué nos hemos hecho.
La toxina botulínica consigue que las arrugas de expresión o arrugas dinámicas se relajen y dejen de marcarse durante un tiempo de manera poco invasiva y rápida, tanto las de la frente, que suelen indicar preocupación, como las del entrecejo, que denotan enfado, las perioculares o patas de gallo, que nos hacen sumar años sobre todo al sonreír, y cuando desciende la cola de la ceja, haciéndonos parecer tristes y cansados.
Los efectos del bótox no son permanentes, sino temporales: duran de 4 a 6 meses, en función de lo expresiva que sea la persona, de cuánto gesticule, de la fuerza de sus músculos faciales, de si es deportista (dura menos en este caso) y del estilo de vida que lleve o la cosmética que use. Los efectos reales empiezan a percibirse a partir de los dos o tres días.
Si el bótox lo aplica un buen profesional es raro que haya efectos indeseados con el bótox. De lo contrario podría caerse el párpado, quedar una ceja más alta que la otra o ambas picudas y hacia arriba, los ojos demasiado abiertos y en definitiva, un cambio de expresión en mayor o menor medida.
Basta con una sola sesión de toxina botulínica de entre 10 y 15 minutos, pero siempre hay que realizar la revisión a los 15 días, que es cuando los resultados alcanzan su plena eficacia.
La aplicación del bótox puede ser molesta, pero no doloroso. Se aplica con una aguja muy fina, por otro lado. En el caso de pacientes muy sensibles al dolor, se recomienda tomar un analgésico como el paracetamol, aplicar una pomada anestésica media hora antes o insensibilizar la zona antes con hielo, pero no suele ser necesario.
Lo primero a la hora de aplicar bótox es siempre elegir un buen profesional, que nos genere confianza y del que tengamos buenas referencias. Que sea especialista en Medicina Estética y tenga años de experiencia manejando la técnica de la infiltración de la toxina botulínica. En segundo lugar, hablar con él de las expectativas, y asegurarse de que está de acuerdo con la filosofía de menos es más: siempre es preferible rectificar e ir a más. Si aún así no nos convence el resultado, en 4 o 6 meses los efectos se eliminan para siempre, en caso de que no haya realización.
El bótox tiene un precio medio de 300 euros para la frente y el entrecejo o 350 euros si añadimos la cola de la ceja, aunque depende de la calidad del profesional, el producto y la técnica. Por debajo de ese precio, en ocasiones el producto no tiene toda la calidad que debería e incluso podría estar diluido, con un resultado mucho menos duradero y falta de seguridad. Por eso es importante consultar siempre con un buen profesional experto en Medicina Estética.